Viernes 07 de Septiembre de 2012
12:03am
Es un poco tarde para estar reunidos, pero en parte pienso que es la hora correcta.
Hoy he decidido reunir a este reducido grupo de personas a este lugar, todos tenemos edades contemporáneas, historias marcadas, momentos interrumpidos y sueños incumplidos.
Curiosamente todos estamos viviendo en esta misma casa pero en habitaciones distintas. Es nuestro sitio en común.
Bueno...
Me dejaré de rodeos y los presentaré a todos.
La chica del fondo es María, tiene 17 años y su sueño es ser bailarina. Lastimosamente María sufre un raro tipo de cáncer el cual la ha dejado imposibilitada de caminar.
El chico a su lado es Manuel, tiene 18 años. Su mayor sueño ha sido ser corredor de carreras. El ha sufrido un accidente automovilístico y ha quedado inmóvil.
La chica del medio se llama Tatiana, tiene 18 años, Su mayor sueño es ser corredora de maratones. Hace unas semanas salía de su casa y fue asaltada, recibió un balazo en la espalda. Ha quedado al igual que sus tres anteriores compañeros imposibilitada de caminar.
La chica a mi lado se llama Mariana, tiene 15 años y su sueño es ser una gran actriz, es la menor del grupo, fue violada por su padre, desde entonces está desaparecida.
Y mi nombre es Eddy. Pero pueden llamarme Edd, tengo 17 años y mi mayor sueño es ser feliz.
Mi historia es un poco distinta a la de ellos, pero eso no implica que no deba estar aquí. Son sueños incumplidos, y ser feliz era el mío.
Nunca tuve un plan de vida, nunca busqué planear algo. Siempre pensé que las cosas que traía el futuro eran una sorpresa. Nunca quise entrar en un patrón de vida. Mamá decía que yo no podía ser domesticado.
Pero bueno, esta es mi historia.
Desde pequeño supe que era diferente. Nunca tuve una manera de ver la vida cómo los demás.
Aunque me gustaban los deportes, la música y la lectura... Sabía que algo en mi era diferente. O al menos sabía que eso pensarían de mi las demás personas.
Soy homosexual.
Recuerdo que de pequeño no me gustaban las niñas, ni mucho menos los niños.
lo descubrí a los 14 años, cuando comenzó a gustarme mi profesor de música. Al verlo juro que mi mundo cambiaba por completo. Sudaba como un tonto, mis manos se volvían de hielo. Nunca se lo dije a mi mamá.
Recuerdo saber que eso estaba "mal" según lo que había escuchado en la iglesia, así que decidí ocultarlo.
A los 15 años recuerdo habérselo confesado a mi único y mejor amigo. Cómo era de esperarse... El decidió apartarse y burlarse de mi.
Le dijo a todos mis compañeros del salón. Y juro nunca me había sentido tan miserable. No saben cómo deseaba morir en ese momento.
Me parece injusto que sólo por tener una tendencia sexual diferente, debas aguantar tantos maltratos. Yo estoy seguro de haber nacido así. No fue un momento fuerte en mi vida que me haya vuelto homosexual, no fue un padre ausente, no fue una madre sobreprotectora. No fue la música ni la televisión. No fue una gripe, no fue un contagio. No fueron amigos. Simplemente nací así.
Así como algunos nacen rubios, otros nacen morenos. Cómo algunos tienen lunares, otros tienen pecas. Yo simplemente nací homosexual.
Y no saben cuantas lágrimas he derramado por eso. Es tan difícil nacer distinto. Ser diferente. Tener un gusto en particular.
Recuerdo haberme cambiado de Colegio. Allí no tenía amigos. Tenía a la psicóloga del instituto. La cual tuvo la mala idea de animarme a decirle a mis padres que yo era homosexual.
Mi padre es muy machista. Militar retirado...
Mi madre es doctora. Hace algunos años no ejerce. Aún así es dueña de un hospital.
Sin más preámbulos los cité la noche del
01/07/12 a la sala de la casa, y luego de darle rodeos al asunto... Decidí decirles con el cuerpo tembloroso, lágrimas en los ojos y mi voz entrecortada
las siguientes palabras...
"Mamá... Papá... Soy homosexual"
Seguido de esto mi madre comenzó a gritar, traté de explicarles la situación pero todo salió de control. Mi madre decía que eso tenía que ser mentira. Me señalaba de pie y gritaba que eso debía ser un castigo, que ella no había perdido mis años de crianza, y entre lágrimas y gritos decía que yo no podía ser homosexual.
No escuchaba a mi padre, sólo veía a mi madre. De pronto bajé la mirada.. Y mi papá apretaba su brazo y entre un rostro de dolor y lágrimas intentaba respirar. Grité e intenté parar a mi padre del mueble. Corrí con el en mis brazos y lo introduje al carro. Mi madre condujo a toda velocidad a su hospital.
Al llegar esperamos un rato. Yo estaba muy nervioso, quería escapar y nunca haber llegado a hacer sentir esas cosas a mi papá. Mi mamá estaba en el fondo del pasillo, recuerdo que me miraba con odio. Mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Media hora después salió el doctor de emergencias, se acercó a mi madre algo pálido. Yo corrí hacia el para saber noticias sobre papá.
El médico tragó grueso y dijo: "El señor Eduardo tuvo dos infartos, no hay nada que hacer. Lastimosamente ha muerto. "
Sentí que mi alma se había muerto con el. Mi madre cayó al suelo llorando y gritando que eso no podía ser. Había perdido a un hijo el mismo día que murió el amor de su vida. Intenté abrazarla pero no dejó que la tocara. Decía que yo era el asesino de papá.
Y la verdad lo fui.
Si yo no hubiese dicho nada. Papá no hubiese muerto.
Luego de unas horas incineraron a papá. Al llegar a casa mi madre dijo que yo debía irme. Que ella no podía convivir con el asesino de su esposo. Comenzó a llorar y se fue a la biblioteca de la casa.
Yo caminé un poco por la casa antes de ver todo por última vez, le hice una carta a mi madre expresando todo lo que sentía y lo mucho que la amo. Luego la coloqué en su cama, tomé las pijamas favoritas de papá, que aún conservaban su olor. Me las coloqué, tomé su foto, fui a mi cuarto a buscar el dije que me regaló el día de mi cumpleaños, lo coloqué en mi cuello y subí al último piso de la casa, entré a su oficina y vi que todo estaba en perfecto estado. Justo cómo el dejaba todo.
Me acerqué a su escritorio, abrí la tercera gaveta y tomé su pistola. Para mi suerte estaba cargada. Algo extraño ya que nunca acostumbraba dejarla así. Me puse de pie y respiré profundo. Cerré mis ojos y cayeron algunas lágrimas.
"Perdóname papá"
Exclamé justo antes de apretar el gatillo.
Desde allí empezó mi final.
He aquí nuestras historias, bienvenidos al cementerio. Estos sólo somos nosotros y la sociedad de los sueños muertos.
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