Hoy desearía no estar aquí.
Sentada frente a un hombre desconocido, en una habitación fría y gris.
Con una luz fija y molesta frente a mis ojos, con un gran nudo en mi garganta y lágrimas en los ojos, me dije a mi misma que era momento de hablar...
Cerré mis ojos y dos lágrimas corrieron por mis mejillas maquilladas. Manchando mi rostro con el rimel corrido mientras mis labios color rojo carmín comenzaron a temblar...
Hoy desearía poder cambiar esta historia,
Poco a poco comencé a decir estas palabras;
Mi nombre es Maríanna
Tengo dos hijos y treinta y cinco años.
Su nombre es carlos, y ha sido mi esposo por estos últimos Diez años.
Los primeros dos años habían sido una maravilla, sentí que de verdad estaba viviendo un sueño. El definitivamente era el esposo perfecto... Fue un príncipe desde que fuimos novios, fui su reina cuando nos casamos, era demasiado bueno para ser real.
Hizo hasta lo imposible por ser buen padre, tan buen esposo, definitivamente me hizo creer que el hombre perfecto existía, y era el.
Luego de que los niños tuviesen su segundo cumpleaños todo fue cambiando. Indudablemente ya no éramos los mismos. El definitivamente no era el mismo.
Era frío, era distante. Era completamente distinto al hombre del que me enamoré. En un principio quise culpar a la monotonía... A la falta de nuevas experiencias. Me culpé a mi misma cómo mujer. Debía buscar un culpable para tan drástico cambio.
Poco a poco fueron incrementando las peleas, las malas situaciones y la falta de fogosidad sexual. Ya no había acto sexual. Habíamos muerto cómo pareja. Juro intenté hasta lo imposible por revivir esa pasión, ese fue que surgía al estar juntos. Necesitaba sentirlo.
No éramos los mismos, necesitaba que fuésemos los mismos.
....
Perdón por parar un poco, me duele tanto recordar....
Poco a poco fueron más gritos y más situaciones de estrés. Juro no saber el por qué de todo esto. Hice hasta lo imposible por hacerlo feliz.
Recuerdo que hace siete años recibí de su parte el primer golpe, busqué justificarlo, busqué quedar cómo culpable. Quise sentir que fui yo quien lo llevó a hacer eso.
Comencé a ver marcas de labial y maquillaje en su ropa. Intenté guardar el secreto y no quejarme. Sabía que eso iba a ser peor. Preferí seguir adelante y callar un sufrimiento. Mis hijos no merecían verme sintiendo tanto dolor.
Luego llegaron vicios, cada vez consumía más alcohol...Nuestros hijos comenzaron a sentir pánico hacia su propio padre. Cada vez la situación se tornaba más fuerte.
Ya ni el maquillaje podía seguir tapando mi cuerpo marcado de tanto dolor. Debajo de este maquillaje hay muchas lágrimas y secretos ocultos.
Hace poco me golpeó tan fuerte que juro deseaba estar muerta. Lloré cada fin de semana en el que el llegaba emanando su olor a alcohol. Era inevitable saber que tendría que esconder a los niños, y prepararme a sentir dolor.
Juro ya estaba harta. No soportaba ni un minuto más. No merecía soportar ni un minuto más. Al estar junto a el me sentía realmente obligada. Pagando una condena que yo no debía pagar.
No soporté más. Juro por Dios que era imposible seguir soportando.
Pensé fríamente las cosas, marqué cada paso que debía dar. Todo lo planeé en mi mente.
Así que ese viernes decidí llevar a los niños a casa de mis padres, llegué a casa e hice todo lo que normalmente hacía un viernes en la tarde... Esperarlo pacientemente mientras el llegaba a casa. Tomé su pistola de la caja fuerte, y lo esperé un par de horas frente a la puerta.
Llegó gritando e insultando como siempre. Recuerdo que al abrir la puerta y verme... Su expresión facial decía tantas cosas... En el fondo de mi ser sentía que sin importar lo que fuese, debía hacerlo. El sólo me miró y antes de mediar palabra...
lo hice...
Disparé.
Lo hice. Yo lo maté.
Cerré mis ojos sintiendo un dolor intenso en el pecho, mientras el policía bajó la luz intensa de mi rostro y me sacó de la sala.
Hoy desearía estar muerta.
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