lunes, 3 de agosto de 2015

Historia de algún lugar

Jueves 06 de enero del 2005

Según el reloj son las 10:33am...

No se si podrás entenderme, o al menos escucharme.

Pero debo decirte que te amo más que a nadie, eres el mejor padre del mundo. Nicolás y Camila dicen que eres el mejor abuelo. Hoy no querían ir a clases sólo para acompañarte. Querían pasar un tiempo con el mejor abuelo del mundo. El más consentidor hacia sus niños, el que siempre tiene una sonrisa.

Ahora voy a hablarte cómo hija papi, se que definitivamente no he sido la mejor. Pero te he amado más que a nadie en el mundo. Eres lo más hermoso que me ha podido pasar. El mejor padre que la vida me pudo dar. No sabes lo mucho que te amo y lo mucho que te necesito.

Recuerdo cuando me llevabas al colegio y te reías por mis berrinches para no estudiar. Y me dabas una gran sonrisa y me decías que allí me tenía que quedar

También recuerdo aquel ramo de rosas que me llevaste a mi habitación el día que cumplí 15 años;
"mi niña ya es una mujer, aquí estan tus rosas.... Blancas como te gustan mi princesa" nunca voy a olvidar eso.

Fuiste el hombre más hermoso del mundo.
Eres el hombre más hermoso del mundo.
Gracias por haberme llevado al altar, por tomarme de la mano y aunque tenías pulso tembloroso decías que yo debía estar tranquila.
Curiosamente quien estaba nervioso eras tú.
Recuerdo cuando iba a nacer Nicolás, estabas tan nervioso que los médicos decían que casi parecías su papá.

Cuando iba a nacer Camila parecía que te ibas a desmayar. En el mundo no había un hombre más feliz en ese momento que tú.

Recuerdo cada palabra tuya papá
cada "todo va a estar bien"
Cada vez que decías que yo era tu niña.

Perdón por no saber el valor de cada beso.
El valor de cada sonrisa
El valor de cada gesto.

Sólo se que cada cosa que hacías, cada abrazo era cómo estar en el cielo.
Te amo tanto papá.

Perdón por no haber sido la hija perfecta que merecías. Y gracias porque aunque no fui la hija perfecta, me amaste cómo nadie lo hará nunca.

Gracias, te voy a extrañar mucho.

Luego de esto abracé a mi padre, me levanté y aunque con voz temblorosa y lágrimas en los ojos, pude acercarme al médico y decirle: listo doctor, puede apagar las máquinas.

Seguido de esto el doctor apagó una a una las máquinas, y junto con ellas apagó la mayor parte de mi vida.

Padre cómo me duele aceptar que has muerto.

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