Día 1:
Llegué al aeropuerto y tomé mi maleta llena de sueños, por fin luego de dos largos años llegaba a mi casa, a ver al amor de mi vida, al hombre con quien quiero continuar mi vida y ser feliz.
El es lo único que tengo desde que mis padres murieron.
Estoy tan contenta de volver a verlo.
Mis amigas me dijeron que estaba próximo a casarse, pero sólo lo hace por un compromiso, que aún no logra olvidarse de mi, voy dispuesta a reconquistarlo y a no permitir que nunca se aleje de mi de nuevo.
Le he dejado un correo electrónico para decirle que he llegado al país, que estaré en la antigua casa de mis padres y que definitivamente muero por verlo.
Creo no puedo estar más contenta.
Día 2:
Alberto ya contestó mi mensaje. Hoy desperté en casa y decidí inmediatamente encender mi laptop.
He visto su mensaje y me he sentido cómo loca, me ha dicho que nos veamos en mi casa, mañana a eso de las dos de la tarde, que debe hablar conmigo y que necesita estar junto a mi. Definitivamente tengo que recordarle lo mucho que lo amo.
Día 3:
Desperté temprano, limpié la casa y tomé un baño.
Hoy he arreglado mi cabello como nunca, quiero verme tan bonita que quiero hacerte recordar cuando estabamos juntos y no podías dejar de mirarme.
Quiero hacerte recordar todo lo que te hizo amarme, quiero que nuestra historia venga como flashes a tu mente, quiero que al pensar en mi, no puedas dejar de sonreír.
Día 4:
Alberto llegó veinte minutos antes, está algo cambiado, ha aumentado de peso pero sentimentalmente es el mismo hombre del que me enamoré. Hablamos un rato, lloré cuando me habló de ella.
Aún así me dijo que era cierto, él no la amaba, pero era la única con la que sentía que podría olvidarme luego de haberlo abandonado.
Le aclaré que nunca lo abandoné, sólo tomé un largo viaje de estudios pero nunca he dejado de amarlo.
Luego de algunas lágrimas ha decidido besarme, me abrazó y comenzamos a sentirnos más unidos que nunca, la pasión logró invadirnos y estuvimos juntos. Sentí que todos estos años sola habían sido borrados con sus caricias.
Me acosté en su pecho mientras el acariciaba mi cabello. Pero el no dejaba de mirarme.
Sabía que el quería decirme algo, así que levanté mi rostro y le pregunté que pasaba. El me dijo que debía confesarme algo, le pedí que lo hiciera y me dijo el jueves a las 11 iba a casarse, que mañana iba a casarse.
Solté un grito de asombro.
Luego de aquel estruendo que hice con mi voz, me levanté de la cama y lloré como nunca.
Le pedí que no lo hiciera, el dudó un poco, pero secó mis lágrimas y dijo que la única manera de que no lo hiciera es que el y yo nos fuésemos lejos a empezar desde cero.
Acepté y me dió un abrazo con el que desaparecieron todos mis miedos.
Me abrazó y me recostó en su pecho, me preguntó si recordaba el viejo café en el que solíamos ir cuando éramos novios, en esa cafetería recuerdo que tomabamos algo y solíamos contar los carros rojos que eran como los de juguete que le regalaba su padre cuando era pequeño, de inmediato contesté que si.
Me pidió que mañana a las seis de la mañana lo esperase en nuestra mesa, que el café seguía intacto.
No puedo esperar, debo dormir rápido para que sea mañana, voy a lograr ser feliz con este hombre.
El tiempo no pasó para nosotros.
Ha dicho que lo espere con lo de siempre, un café caliente.
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