Él creía que todo iba a mejorar.
Que nunca habría un lugar mejor para estar, que sus brazos eran la razón de sonreír y sentir protección.
Eran cosas hermosas, él creía que juntos podían ser maravillas hermosas volando en el espacio.
Que no había razón para llorar. Siempre habría esa sonrisa, estaba ese rostro. esos besos que hacían despegar los pies del suelo.
Eran hermosa magia juntos, aunque el clima sentimental alrededor fuese tormentoso...
Él sólo quería ser feliz, hacerlo feliz. En un mundo propio, sólo de ellos dos.
Quiso tantas cosas hermosas para ellos dos. algo tan puro, orgánico y lleno de cargas preciosas de amor.
El lo intentó.
Dio todo, hasta que no tuvo nada que dar.
Con dolor tuvo que aceptar que no recibió. No hubo ni una gota de amor que le diera energía a sus alas para poder seguir volando.
Convirtió horas en segundos, acortó distancias, convirtió balas en rosas, movió tristezas y las cambió por sonrisas,
Derribó muros, construyó puentes. Cambió aburriemientos por experiencias nuevas.
Quiso dar más cosas hermosas.
Quiso estar junto a aquél personaje que creía que conocía su corazón. Dando todo esperando una sola gota de esperanza, sentía que no podía encontrar a más nadie porque sólo esa persona lo hacía feliz.
O al menos él quería sentirlo... Un día se decidió mirar al cielo y preguntar el ¿por qué siempre amamos a alguien que no nos ama ?, allí comenzó a llorar y se dio cuenta que aquél no sentía nada, no llegaría a sentir.
Su corazón de terciopelo ardió en llamas hasta convertirse en una simple pieza de carbón y fue cuando si mismo quedó sin energías, ya no había cosas hermosas.
No puede haber tanto en una relación, no puede haber un mundo hermoso para dos si sólo es construido por uno solo, las parejas son dos.
Y allí su sentimiento...
Murió.
Murio con todas esas cosas hermosas, sueños, esfuerzos, esperanzas, corazones e historias.
Ya no estuvo más junto a el, se fue yendo poco a poco.
Algunos mueren y siguen estando vivos.
Y así él también murió, murió aquel intento de ser feliz, especialmente cuando dejó de desearle los buenos días.
Y sintió que en él no había nada que hacer. El cielo le gritó esperanzas y el jamás levantó la cabeza para poder observar.
No hubo hermoso mundo, no hubo más sueños.
El no logró aceptarlo, aunque el lo sabía.
El sentimiento murió, y aquél que lo mató jamás se dio cuenta, ni valoró a aquel creador de cosas hermosas.
El asesino no se percató de lo que era.
La victima símplemente murió.
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